La interrelación del ser humano con su entorno es la cuestión que, desde siempre, ha motivado mi acercamiento al arte. Subyaciendo en las diversas formas que ha adoptado  hasta este momento, la perplejidad del hombre y la consiguiente necesidad de conocer su medio y la posición que ocupa en él, es el hilo conductor  por el que se dirige mi obra.

Considero el ejercicio de la pintura más como un medio terapéutico y de conocimiento que como medio o lenguaje  para la comunicación. Evidentemente, toda creación  artística comunica o debería comunicar. En cuanto a su dimensión social es la  función primordial e insoslayable. Sin embargo, mi posición ante ella de define  mejor si aclaro que más que cosas que decir, tengo cosas que averiguar y es ese proceso de averiguación lo que yo ofrezco al que me observa.

Hay, aquí, un flujo de acontecimientos que, en un principio se produce en la intimidad del estudio donde me encuentro solo, pero indudablemente influido por el entorno en que nos movemos, que hoy por hoy es global y, cada vez más, universal, pues los nuevos descubrimientos en Física y las derivaciones que suponen dibujan un panorama apasionante y muy perturbador. Este flujo aparentemente lo controlo  yo mientras trabajo y se consolida en mis obras. A partir de entonces pasa a formar parte de la información que circula y, en cierto modo, deja de pertenecerme. Ambas fases de ese flujo quedan determinadas por el terreno en el que manifiestan, como un río joven al principio cayendo irremediablemente desde las rocas que son mis experiencias (o yo mismo) y sedimentándose después en los terrenos amplios, filtrándose en ellos, siendo absorbido y desapareciendo luego en la realidad superior del mar. Por decirlo así, el artista absorbe las aguas de lluvias pretéritas y las vierte en la superficie aportando sus minerales (si los tuviere) y la tierra, como el mar, las usa a su conveniencia.

Quiero decir con eso que el proceso artístico tiene más que ver con un suceso natural  que otras manifestaciones culturales del ser humano. Es algo que conservamos de  nuestra naturaleza primigenia y se relaciona más con nuestro cerebro primitivo. Es  más emocional que racional, se produce más por necesidad que por voluntad, debe, por tanto, ser más sentido que interpretado. La intuición y la emoción lo gobiernan y la razón tiende a encorsetarlo. Tanto para el actor como para el observador. Es, por lo tanto, algo que se crea y se consume indisolublemente unido al acerbo común. El Pintor, mientras pinta, pregunta y observa. El espectador, al observar, tal vez da respuestas creando así una realidad nueva que ya no es nunca más exclusiva del pintor y que es diferente cuanto diversas son las personas que la ven.